La paZiencia
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Con todo mi cariño para vosotros, imprescindibles y luchadores.
¡GRACIAS SIEMPRE!
¡Bienvenida Paziencia!
Estos días estamos “aprehendiendo” tanto de ti. Somos más conscientes de nuestra vulnerabilidad, quedando demostrado que no podemos controlarlo todo. Has venido a perturbar nuestras vidas y a darnos una lección de un nuevo talento a descubrir.
Es infinita la información que obtenemos de los beneficios de la serenidad y la calma, más si cabe en estos días. La ciencia nos ofrece multitud de evidencias acerca de la importancia de respirar, parar, tranquilizarse, pensar antes de actuar, y un largo etcétera. En definitiva, liberadores de poderosas endorfinas que nos provocan una reacción brutal (y natural) que fomenta nuestro optimismo, nuestra mejora de bienestar físico, fortaleciendo nuestro sistema inmune entre otras virtudes, y por supuesto, conocedores de que la serenidad optimiza nuestro bienestar y equilibrio emocional, ayudando a manejarnos frente a la incertidumbre, viviendo el momento presente con los sentidos activados al 100%.
Me resulta primordial reflexionar en este momento que vivimos, en el cual la ciencia (y el mundo) se pone a prueba. Con ello, todos nuestros sentidos se alertan para superarnos y establecer la “paz” que hemos perdido en algún momento. Equilibrio que quizás antes existía, o no, dentro de nuestras numerosas rutinas, digamos quizás también con un probable desasosiego de un ritmo estrepitoso y constante. Sea como sea, era nuestro equilibrio. Ello nos hacía sentirnos seguros, aunque quizás y a veces, no en paz.
Por ello, me gustaría reflexionar con vosotros sobre este concepto de paz “interior”, pues estos días estamos sobrecargados de información y escuchamos que hay que parar, descansar, permitirnos no leer noticias que nos preocupan en exceso, no hacer nada, pero... nuestra cabeza ya nos está diciendo que algo estamos haciendo mal si paramos. Algunos todavía no hemos ordenado todos los armarios de la casa y nos sentimos mal por ello. Por lo tanto, qué difícil es no hacer nada sin sentirse culpable. Esta sociedad no nos lo permite, y está demostrado también que cuando paramos, observamos, analizamos y evaluamos, aprehendemos. El único inconveniente es que tendremos que desandar lo andado, y aprender a caminar por nuevos senderos.
Cuántas veces hemos escuchado que “la paciencia es la madre de todas las ciencias”. Es la paciencia la que oxigena el alma en momentos de desesperación, y la desesperación llega nada más y nada menos cuando NO sucede aquello que esperabas, ni en el tiempo que querías que ocurriese, ni de la forma que te hubiese gustado que sucediera, o con quien te hubiese gustado que acaeciera. Un sinfín de expectativas truncadas. Aquí la desesperación te arrebata tu calma para entregarla en un disparo de adrenalina a todo aquel que cruce tu camino en ese momento y lugar. Poco simpática, y feroz, es la desesperada impaciencia.
Pongamos un ejemplo. Piensa en un momento que la desesperada vino a ti. Si ya lo tienes en mente será fácil identificar esta sensación. La desesperación te inunda rápidamente, y nuestra paz interior se corrompe para estallar en situaciones que nos sobrepasan. Aquí hay dos cosas importantes: la primera, pensar en cómo nos hemos sentido al actuar así; y la segunda, ver de qué forma puedo mejorar cuando mi paz interior empieza a verse perturbada.
Una pequeña anotación: en el caso de que te sientas mal por lo que has hecho, bien, te felicito, es el primer paso para avanzar. No te fustigues demasiado, permítete equivocarte y aprender, pues la siguiente ocasión será una nueva oportunidad de aprendizaje en lo que estamos hoy. No le des más importancia, lo importante será el abordaje de la siguiente emboscada que te encuentres hacia este sereno camino.
Lo bueno de este momento actual (siempre hay que ver lo positivo), es aprovechar este silencio que se ofrece, aprender a escuchar lo que nos decimos a nosotros mismos, pues ya os habréis dado cuenta de que no paramos de hablarnos, somos realmente pesados.
Llegados a este punto y suponiendo que nos acogemos a este reto de búsqueda del silencio interior, haz pausas y escúchate, puesto que ahora debería ser algo más fácil escucharse. De acuerdo, vamos por el buen camino, ya que hay intención de caminar sin miedo por el bosque oscuro.
Si nos escuchamos, nos podemos adelantar a no precipitarnos en nuestro abismo de desesperación, y sentir que hay una vocecita interior que nos dice “sólo por hoy no me voy a enfadar”, “sólo por hoy no me voy a preocupar”. De esta forma nos centraremos en el “aquí y ahora”, sin pensar en lo que hice ayer mal, ni escudarnos diciendo -mañana lo podré hacer mejor-.
Si finalmente te animas a practicar este lenguaje positivo. Enhorabuena. Con este tipo de mensajes estaremos dando la bienvenida a nuestra amiga Paziencia.
Sabemos que la ciencia está de nuestro lado, puesto que cada día qué actuemos con éxito aumentará nuestra probabilidad de repetir esta buena práctica, refuérzate ¡ánimo, y a por ello!
La clave del éxito está en ti. Piensa que eres tú el que más puede aprender de ti mismo, espéralo todo de ti, y felicítate por tus logros, por pequeños que te parezcan. Un día más paciente que el anterior es un gran paso. Un día sin estallidos es una gran victoria. Una lucha diaria es imprescindible.
Recuerda también que paciencia y amabilidad van cogidas de la mano. Si eres amable contigo mismo, también lo serás con los demás. Debemos recargar y extraer para con-vivir, no sólo con las personas cercanas que habitan nuestro hogar, sino lo más importante, aprender a vivir-con nosotros mismos.
¿Cómo queremos que los demás nos soporten, si nosotros no nos soportamos?
Recuerda que, si tú no estás bien, tampoco lo estarán las personas que tienes a tu cargo, pues tú eres una prioridad, y debes dar prioridad a tus necesidades. Empieza con unos minutos para ti y responde:
¿Qué necesito ahora? ¿Qué puedo hacer yo mismo para sentirme mejor hoy?
Cuando lo identifiques, hazte un plan diario para seguirlo. Pueden ser cosas sencillas, cinco o diez minutos para realizar una actividad que te gusta o te relaja, o simplemente tómate ese tiempo para no hacer nada, quedarte en silencio con tus pensamientos, escuchando sólo a los positivos, a los que te hacen crecer y te dan cariño. A los pensamientos “pelmas”, simplemente escúchalos, y mándalos a paseo. Les das forma de “intruso” en tu mente, los subes a una barca, y a naufragar. No les ofrezcas más valor del que se merecen.
Rétate cada día. Todo aquello que aprendamos hoy de la paciencia, y de nosotros con nuestra práctica diaria, quedará integrado en nuestro ser. No olvides que la constancia es la clave. Ello afianzará; nuestro optimismo, nuestros pensamientos positivos, centrándonos en las soluciones (no en los problemas), aprendiendo a tomar cierta distancia de la situación que nos preocupa para tener mayor perspectiva, aprendiendo a escucharnos un poco más, permitiéndonos el silencio, y la inactividad, ¿por qué no?
A sabiendas de que todo ello está llamando a nuestros hogares, invitamos a la paz, y a la ciencia, a quedarse con nosotros. Descubramos este talento y practiquémoslo. Si fuera fácil, no sería un reto, perdería su valor.
Este reto, practicar la paz interior diaria, es beneficioso para siempre, e incalculable para ti.
Pues como decía Isaac Newton, “si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento.”